viernes, 27 de diciembre de 2013

"Canis y conciencia de clase" por Carmen G. Magdaleno (Extracto)


Si echamos un vistazo a la televisión, podemos encontrar este estereotipo copando gran parte de la programación de los canales generalistas. Lo primero que se nos viene a la cabeza son los reality shows, desde los clásicos como Gran Hermano hasta los híbridos más modernos como Mujeres, Hombres y Viceversa; Hermano Mayor o Gandía Shore. Están plagados de "canis", y no sabemos si es porque son ellos los que más se presentan como participantes o porque es un requisito de selección. Pero en los magacines y programas de reportajes también encontramos nuestra buena dosis de "canis": Belén Esteban, "la princesa del pueblo", en Sálvame, es su máximo exponente; junto a los retratos esperpénticos de barriadas y polígonos con los que les gusta regalarnos a los de Callejeros. La ficción tampoco está exenta de su ración de "canismo": la Juani de Médico de Familia fue la precursora de Manos a la obra (¡Manolo y Benito Corporeison!), Los Serrano, Yo soy Bea, Aquí no hay quien viva / La que se avecina... pero, sin duda, la joya de la corona es Aída. Lo tiene todo. Cualquier estereotipo peyorativo sobre la clase trabajadora de los barrios periféricos (representados por este Macondo de viviendas sociales conocido como Esperanza Sur) lo encontraréis en esta serie de televisión. Cualquiera. A saber:

- Aída: Madre divorciada y desdoblada entre las labores del hogar y las labores de los hogares de los demás, porque, como no podía ser de otra manera, trabaja como limpiadora (como "chacha", si nos atenemos a la nomenclatura despectiva que se exhibe en la serie). Para más inri es inculta y simplona y siempre está en celo porque no encuentra varón para un "apaño".

- La Lore: hija adolescente "choni", ligera de cascos y muy corta de luces que abandona sus estudios para participar en Gran Hermano. Sólo piensa en sexo y diversión (sinónimo de discotecas, alcohol y...claro, sexo otra vez). 

- El Jonathan: El hijo delincuente juvenil/ pandillero. Lo que entendemos por gamberro.

- El Luisma: El hermano (ex)yonqui descerebrado y sus amigos (ex)yonquis descerebrados. No piensa buscarse un trabajo ni falta que le hace. Lo que entendemos por vividor. De poca monta, eso sí.

- La madre de Aída: ex-actriz de variedades, obesa por pura insatisfacción, comedora compulsiva que hace gala de una total falta de autocontrol y de un egoísmo y mezquindad sin límites.

- Paz: Una vecina prostituta.

- Macu: La paleta que llega del pueblo a vivir a la ciudad, por supuesto, "más bruta que un arado". Igual de "facilona" que la Lore.

- Mauricio: el dueño del bar más concurrido del barrio y "facha" mayor del reino (machista, racista, franquista...). También es lo más parecido a un capitalista que se puede encontrar en Esperanza Sur, porque tiene un mísero bar, lo que le faculta para considerarse "empresario" e intentar explotar y sacar beneficio de todo el que se le ponga por delante.

- Machupichu (¿alguien sabe como se llama?): el inmigrante sumiso.

- Fidel: el único personaje de Aída con inteligencia y amplia cultura general. Por eso mismo aparece estigmatizado como pedante, pomposo e insoportable. Querer saber en un barrio de clase baja es pecado. Además es gay, otro pecado. "Puritita" carne de "bullying".

- Aidita: nieta rechoncha y "chapona" de Aída. Otra "sabionda" como Fidel. Más carne de "bulliyng" para el asador.

  En general, lo que sacamos en conclusión de una de las series de mayor audiencia emitidas en España es que la clase trabajadora de los barrios humildes tiende a guiarse sólo por sus instintos, no sólo de supervivencia (llegar a fin de mes como sea, alimentar a su familia), sino también sexuales (no es casualidad que el único personaje femenino de la serie que no está "salido" se dedique precisamente a la prostitución) y otros vicios (gula, drogas...). El proletariado lleva asociándose así desde 2005 en el prime-time de los domingos directamente a la marginalidad y a la picaresca, cuando no a la delincuencia, y a la ausencia de formación y un empleo digno y de interés por los mismos. Lo que es lo mismo que decir que si no prosperan es porque o no están capacitados para ello, o no les da la gana. O lo que es lo mismo que decir que se aprovechan de los subsidios y la caridad y que no son en absoluto productivos para el Estado. Escoria, en una palabra. Lastre que soltar. Por algo "barriobajero" es un insulto.

   Claro que este cargar las tintas en las clases más bajas de la sociedad no es sólo cosa de los medios de comunicación y el "entertainment". Y no proviene de ellos. Preguntémonos a quién señalan los políticos y empresarios cuando dicen que hemos vivido por encima de "nuestras posibilidades", que el dinero de las pensiones y prestaciones sociales "se gastan en pantallas de plasma", que hay que recuperar la "cultura del esfuerzo", que debemos pensar más en nuestros deberes que en nuestros derechos y trabajar como "chinos en un bazar" si queremos salir de la crisis algún día. Se refieren a aquellos que con un trabajo de asalariados osaron viajar en sus vacaciones, comprarse casa y coche, disfrutar de la cultura y las nuevas tecnologías o conseguir que sus hijos accediesen a estudios universitarios. La percepción de que tenían más de lo que se merecían, acorde a su papel social, es la excusa perfecta para todos los recortes en servicios públicos y derechos del trabajador que permitan al sector privado campar a sus anchas. Su justificación sociopolítica e incluso moral: hay que frenar la plaga de parásitos irresponsables que nos ha llevado a la situación económica en la que nos encontramos.

   Este fenómeno lo describe de maravilla el que debería ser ya un libro de cabecera para todo el que quiera entender lo que está pasando: "Chavs, la demonización de la clase obrera", escrito por el británico Owen Jones y publicado en España por la editorial Capitán Swing. Para que os hagáis una idea, los "chavs" ("chavettes" en femenino) serían los "canis" en Gran Bretaña. Es la palabra que usan coloquialmente para referirse a los jóvenes de las viviendas de protección oficial, que tienen un acento y apariencia concretas. Como aquí, son objeto de escarnio en la televisión y en Internet, con el mismo estereotipo de desempleados y pensionistas crónicos, de baja catadura moral y también bajo coeficiente intelectual, potenciales delincuentes y adolescentes embarazadas que salen de familias desestructuradas y/o disfuncionales. Owen explica cómo "este concepto es en realidad una manera oblicua de definir al conjunto de la clase trabajadora y responsabilizar a los pobres de ser pobres". Como apuntábamos antes, en plena crisis económica mundial, la justificación cae del cielo. La pobreza no se debe a los problemas macroeconómicos y estructurales, a las limitaciones del "sacrosanto" libre mercado o a las decisiones y comportamientos de las clases poderosas, sino a los defectos de los ciudadanos que la sufren: a sus hogares dislocados, a su falta de ambición y sacrificio y a su escasa capacidad intelectual.  

   También nos cuenta cómo en Gran Bretaña el término “chavs” se aplica como si de un concepto sociológico se tratase, aunque que nadie puede decir con exactitud qué significa. El diccionario de Oxford por Internet define al “chav” como “un joven de clase baja, de conducta estridente que viste ropa de marca, auténtica o de imitación”. Otro diccionario de 2005 los define como “joven de clase trabajadora que se viste con ropa deportiva”. Extraoficialmente, a modo de chasquarrillo, se dice que es un acrónimo de “Council Housed and Violent” (Habitante de Casas Municipales y Violento). En un libro satírico que fue best-seller en el Reino Unido, "The Little book of Chavs", se llegan a identificar los que se consideran como típicos trabajos “chavs”. La “chavette” es una aprendiz de peluquería, limpiadora o camarera mientras que los hombres son guardias de seguridad o mecánicos. Según el libro, “chavs” de ambos sexos suelen ser cajeros en los supermercados o empleados de hamburgueserías. ¿Os suena de algo?


   Pero lo interesante del libro de Owen es que nos cuenta paso a paso cómo se ha llegado hasta aquí. La era del neoliberalismo, inaugurada por Margaret Thatcher con una drástica desindustrialización en los años 80, marcaron el triunfo de un individualismo que hundió el sistema de valores solidarios de la clase trabajadora. Los ataques de Thatcher a los sindicatos y a la industria asestaron un duro golpe a la vieja clase obrera industrial. Los trabajos bien pagados, seguros y cualificados de los que la gente estaba orgullosa, y que habían significado el eje identitario de la clase obrera, fueron erradicados. Apelando a la falacia de la responsabilidad individual como ascensor en la escala social, sentó las bases de la actual "ley del más fuerte". “El objetivo era acabar con la clase obrera como fuerza política y económica en la sociedad, reemplazándola por un conjunto de individuos o emprendedores que compiten entre sí por su propio interés”, escribe Jones. El libro analiza y muestra, de este modo, como el odio a los "chavs" no es un fenómeno aislado. Es, en gran parte, producto de una sociedad con profundas desigualdades.

   Owen pone de manifiesto cómo el estereotipo ha contribuído a justificar el ajuste fiscal de la coalición entre conservadores y liberales que lidera el primer ministro David Cameron, que en uno de sus discursos pronunció lo siguiente: “¿Por qué esta rota nuestra sociedad? Porque el Estado creció demasiado, hizo demasiado y minó la responsabilidad personal” (alumno aventajado del thatcherismo, "isn't it?"). Este tipo de cosmovisión ha servido de trampolín también para absurdas propuestas reaccionarias de limpieza social. En 2008, un concejal "torie", John Ward, propuso la esterilización obligatoria de las personas que tuvieran un segundo o tercer hijo mientras cobraban beneficios sociales, medida apoyada con entusiasmo por los lectores del periódico del ala derecha Daily Mail, horrorizados ante los "aprovechados y sinvergüenzas que están hundiendo el país”.

   Supongo que en estos momentos los chistes sobre "canis" o las series como Aída ya no os parecerán tan graciosos. Al menos a mí no me lo parecen. Y si antes me lo parecían es debido a otro de los mitos del capitalismo salvaje, ese del que tanto habéis oído hablar, el de que "todos somos clase media" (todos los que no llegamos a ser directores de una gran multinacional y a poseer un yate de más de ocho metros de eslora, pero que tampoco somos pobres de solemnidad). Es decir, desde profesores, enfermeros, funcionarios, periodistas, farmacéuticos, autónomos, taxistas... a las profesiones más propiamente asimiladas a la clase obrera (operarios, mineros, albañiles...). Precisamente, el hecho de que se asimile la clase más baja al grupo social de los "canis" y que nos riamos de ellos por verlos tan ajenos a nuestras circunstancias y comportamientos, contribuye a que nos traguemos el cuento de que somos clase media. ¡Cómo vamos a ser del proletariado, si vestimos con gusto y tenemos una gran sensibilidad cultural e incluso artística! Pues lo somos, porque el trabajo de las profesiones liberales y/o cualificado es hoy tan precario como el menos cualificado, lo somos porque casi todos tenemos contratos temporales con sueldos irrisorios, si tenemos alguno. Si un periodista o un comercial tiene las mismas condiciones laborales y productivas que un camarero o una peluquera, significa que pertenece a su mismo extracto social, es un obrero, un asalariado, clase trabajadora en definitiva, esté sentado frente a un ordenador Mac o lleve traje durante su jornada. 

   Cada vez que nos reímos de esos chistes o discurrimos otros nuevos, cada vez que caemos en el estereotipo de clase y utilizamos palabras como "verdulera" o expresiones como "es de pobres" para menospreciar, actuamos como cómplices de aquellos interesados en convertir el trabajo digno en esclavitud. Es este cinismo el que explica fenómenos como que las clases más pobres voten a la derecha. Que un hijo de obrero que ha estudiado ingeniería, que tú, o que yo, despreciemos y nos sintamos superiores a un albañil o a una peluquera, y que estos a su vez se quejen, por ejemplo, de que los barrenderos se hayan puesto en huelga o de que los funcionarios cobran demasiado para "lo poco que hacen" es la gran victoria del capitalismo: los trabajadores odiándose entre ellos y olvidando su trascendencia y poder social si se unen, es decir, el caldo de cultivo perfecto para reducirlos a simples instrumentos del capital sin ningún margen de acción reivindicativa. Porque si tenemos (o tuvimos) fines de semana, vacaciones, derecho a huelga, a organizarnos, a cobrar una baja si nos ponemos enfermos, días de asuntos propios, salarios, subsidio de desempleo y pensiones de jubilación, es porque esas personas con mono y carné de sindicato que ahora ninguneamos consiguieron todas esas cosas a base de protestar y resistir. Y si ahora las estamos perdiendo es en gran parte porque consideramos que la clase trabajadora no vale nada o que directamente está desapareciendo. Que hayamos perdido la conciencia de clase no significa que las clases ya no existan. Por algo fue el magnate norteamericano Warren Buffett el que dijo: "Por supuesto que existe la lucha de clases, y somos los ricos los que vamos ganando".

P.D.: Cuando estaba en primero de Bachillerato mi profesor de Historia del Mundo Contemporáneo, sorprendido por mi alto nivel de conocimientos históricos y por los libros que me veía leer, me preguntó a qué se dedicaban mis padres, esperando, supongo, que le dijese que eran profesores universitarios o algo por el estilo. Cuando le dije que mi padre era marinero y mi madre ama de casa, abrió mucho los ojos y sólo me dijo, "Pues vaya mérito tienes". Creo que fue ese día en el que empecé a rumiar todo esto que he escrito hoy. 

http://carmengonzalezmagdaleno.blogspot.com.es/2013/11/canis-y-conciencia-de-clase.html

El artista Antonio R. Montesinos comenta en Facebook este post en el blog:
Interesante artículo, aunque despide cierto tufillo moralista. A mi Aída me hace reír mucho (no tanto MYHYV o Gandía Shore), pero también es verdad que yo crecí en una calle de bloques VPO y me lo tomo como un estereotipo muy muy exagerado de la vida allí. 

Supongo que si que me ha hecho identificarme con cierta conciencia de clase. Mis hermanos y yo siempre fuimos los "buenos" y fuimos de los pocos que fueron al instituto. Según el artículo mis hermanos y yo entramos en la categoría de lo que sería un Cristiano Ronaldo o David Bisbal, de rebajas claro... que no somos ni mileuristas.
De todas formas lo importante es que al final esa conciencia de clase es peligrosa. La mitad de mis amigos del barrio ganaban más que yo (hasta antes de la crisis al menos), pero están por debajo en la escala social ya que no son universitarios, por lo tanto estamos dentro del mismo margen económico. Como dice el artículo, en la actualidad se ha sustituido el asociacionismo del "proletariado" por la cultura del "emprendedor" (que es una herramienta de control tan grande como las hipotecas, si no que le pregunten a cualquier autónomo). Todo esto, al final, se carga a la clase trabajadora como fuerza política y quizás es la explicación de la situación actual de inmovilismo.

La referencia al libro Owen Jones "Chavs, la demonización de la clase obrera" es muy interesante. Aquí un extracto de cuando habla de la creación de la casta "chav" a raíz de los procesos de desindustrialización de los 80 por parte de la Thatcher:

Apelando a la falacia de la responsabilidad individual como ascensor en la escala social, sentó las bases de la actual "ley del más fuerte". “El objetivo era acabar con la clase obrera como fuerza política y económica en la sociedad, reemplazándola por un conjunto de individuos o emprendedores que compiten entre sí por su propio interés” 

http://www.capitanswinglibros.com/catalogo.php/chavs-la-demonizacion-de-la-clase-obrera 

http://infamia-zine.blogspot.com.es/2012/12/owen-jones-chavs-la-demonizacion-de-la.html
"Owen Jones pretende con este ensayo recuperar para el debate la cuestión de clase. Para este empeño utiliza la denostada figura del chav (lo que vienen a ser nuestros canis, chonis, pelaos, merdellones) El motivo, es la intuición que, "El odio a los chavs es una manera de justificar una sociedad desigual". Para ponernos en situación, los chavs/canis son el único grupo social objeto de burla descarnada que no produce ningún tipo de sonrojo mofarse de ellos. Hagamos un experimento: probemos a hacer un chiste en compañía de un grupo de progres gafapastas (ahora autodenominados hipsters), de temática racista, machista u homófoba, el resultado es el lógico lapidamiento. Ahora en cambio, probemos a soltar la mayor burrada sobre las chonis peluqueras de tu barrio, o el cani del camarero de turno, o el pokero de callejeros. El resultado será bastante dispar. No te lloverán piedras, sino risas y aplausos."

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