sábado, 31 de mayo de 2014

"Hermosa juventud" de Jaime Rosales y la "Porno Miseria" de los jóvenes españoles con la crisis.

"Hermosa Juventud" 
Dirección: Jaime Rosales.
Intérpretes: Ingrid García-Jonsson, Carlos Rodríguez, Inma Nieto, Fernando Barona, Juanma Calderón.
Género: drama. España, 2014.
Duración: 102 minutos.
Película no recomendada a menores de 12 años.

Sinopsis: Jaime Rosales (La soledad, Tiro en la cabeza) dirige esta película que se centra en la juventud española y su manera de vivir el día a día en época de crisis.
Ingrid García Jonsson (Todos tus secretos, Eryka's eyes) y Carlos Rodríguez (La pecera de Eva, Inocentes) dan vida a Natalia y Carlos, dos jóvenes de 20 años enamorados que hacen todo lo posible por sobrevivir en la España de hoy en día. Sus limitados recursos no les dejan avanzar como ellos quisieran. No tienen grandes ambiciones porque no albergan grandes esperanzas. Un día deciden grabar una película porno amateur para ganar algo de dinero, pero lo que realmente les cambiará la vida será el nacimiento de Julia, su hija.
http://www.espanol.rfi.fr/cultura/20140521-jaime-rosales-no-creo-en-el-optimismo-creo-en-la-esperanza
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/17/actualidad/1400340094_415557.html

Jaime Rosales sitúa Hermosa juventud en el desolador aquí y ahora, en barrios deprimidos, pero no se centra en la gente que perdió su trabajo, sino en los jóvenes que nunca han tenido uno continuado y están llegando a la mosqueante sospecha o a la desesperada certidumbre de que jamás dispondrán de un contrato digno, ni siquiera indigno. Es una pareja de poco más de veinte años, enamorada, de clase baja, sin aspiraciones excesivas, viviendo en las casas maternas y comiendo de ellas, depositando en las tiendas currículos que nadie va a mirar, trabajando por 10 euros el día que hay suerte y por 300 cuando se prestan a protagonizar un video de porno casero, a mirar el cielo tumbados en los parques, haciendo botellón, compartiendo con los amigos una desesperanza similar, fallando sus precauciones y engendrando una niña, malviviendo sin dinero, sin nada que hacer, sin sueños, con una tristeza asfixiante y contagiable.
Tanto ellos como su entorno van justitos de inteligencia, son gente muy normal, no le piden a la vida nada especial, solo conseguir un trabajo que les permita llevar una existencia que no esté marcada por la angustia y la carencia de lo elemental. Lo tienen crudo. Como todos los nacidos para perder. Emigrar tal vez sea la única salida. Pero también fuera la supervivencia puede estar asociada a la sordidez.
El cine de Jaime Rosales, del cual desconecté radicalmente ante la incomprensión y el aburrimiento que me provocaron sus dos anteriores películas Tiro en la cabeza y Sueño y silencio, recupera con Hermosa juventud su capacidad para perturbar, para hacer crónicas originales y veraces de gente acorralada. Rosales utiliza con originalidad en un par de ocasiones el uso exhaustivo que hacen las personas jóvenes de las nuevas tecnologías para narrarnos lo que ha ocurrido con sus vidas en el paso del tiempo. Los actores jóvenes rebosan naturalidad, los diálogos y las situaciones son creíbles, nada resulta gratuito o suena a impostura. Es una buena y necesaria película.
Carlos Boyero "Crónica de la intemperie" en El País, 30 de mayo 2014.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/29/actualidad/1401374129_292497.html
Exposición del proyecto "Porno Miseria" de Óscar Monzón y Fosi Vegue.
El contexto de crisis se retuerce en oscuros textos sacados de Internet. Imágenes mentales nacidas de palabras que nombran los límites del morbo.
"1+1=12. Encuentros Fotografía Contemporánea" es un proyecto auspiciado por el Institut français de Madrid en el que 12 autores, por parejas, dialogan en la "Galerie du 10" en 6 exposiciones diferentes durante los meses de marzo, abril y mayo de 2014.  Más información en el blog:
http://encuentrosfotografiacontemporanea.blogspot.com.es/2014/04/adelanto-de-porno-miseria-de-fosi-vegue.html


Los autores, Oscar Monzón (Málaga, 1981) y Fosi Vegue (Talavera, 1976), son viejos amigos, integrantes del colectivo BlankPaper, de cuya escuela es director Fosi. Es el creador de varios trabajos fotográficos en los que los ritos y comportamientos sociales tienen gran importancia, proyectos entre los que se encuentra “Extremaunción” por el que obtuvo la beca Fotopres. Óscar es el autor del laureado fotolibro "Karma"

Antes de entrar en la sala, una pista: “El contexto de crisis se retuerce en oscuros textos sacados de Internet. Imágenes mentales nacidas de palabras que nombran los límites del morbo”, reza la nota de prensa. ¿Se han hecho una idea? Bien. Al cruzar el umbral, lo primero que te preguntas es dónde están las fotos. Parece que la sala está vacía. Esa es la sorpresa, esta exposición es de dos fotógrafos, pero no contiene fotos; se compone de frases, practicante invisibles a primera vista; fragmentos de anuncios más o menos explícitos sobre la prostitución motivada por la necesidad. Y la reacción que provocan es claramente la sensación de haber visto algo pornográfico. Sin haberlo visto. La pornografía de la miseria.

“Fosi ha estado trabajando en un proyecto que investiga sobre la sexualidad y los roles que establece. Yo por mi parte, había detectado en el porno que cada vez había más vídeos relacionados con el intercambio de sexo por dinero, utilizando la necesidad económica de la gente como forma de dar verosimilitud. La naturaleza da pie a experimentar y por eso decidimos abordar el tema y hacerlo de esta manera”, nos cuenta Óscar.

Vegue comenta por qué se decidieron por este contenido: “Gracias a la libertad que nos han dado los comisarios hemos podido llevar al extremo esta propuesta. Ambos somos fotógrafos de producción lenta. Además de contar con una limitación de tiempo desde que se nos propone participar en esta iniciativa y de tener otros compromisos que nos hacía muy difícil la producción de material nuevo, nos parecía que era interesante tratar este tema sin fotografías. Las fotos que acompañan estos anuncios, en este caso, pueden llevar al espectador y, también al fotógrafo, a una situación que no era la que buscábamos. Por ello optamos por el texto”.

“Entrar en la sala supone un acto de reflexión y pausa”, apunta Fosi. “Te ves obligado a leer esos textos diminutos en un fondo blanco inmenso. Es la lectura contraria a lo que hacemos cada día en la red, donde toda la información se agolpa y dejamos de ver y leer porque esta saturación llega a anestesiarnos”.

Los textos de las paredes están sacados de anuncios de internet de intercambio sexual por dinero puestos por personas en situación económica grave, o de gente que se quiere aprovechar de esas situaciones. Pero también hay algunos de gente que ofrece o busca otros bienes que no son de primera necesidad. “Ése es el logro del capitalismo –señala Monzón–; consigue que te conviertas en un esclavo de manera voluntaria, sin que nadie tenga que perseguirte con un látigo. De alguna manera, todos lo somos.”

Un matiz a tener en cuenta es el término “porno-miseria”, que da título a la exposición y tiene un origen prestado. Como nos explica Fosi, hace referencia a la denominación de un tipo de cine que se dio en Colombia a partir de los 70 y que, partiendo de una estética documental, hizo de la pobreza una mercancía vendible.

También podría decirse que esta exposición viene a negar lo que muchos fotógrafos ya saben que es falso, aquella máxima sobre cuánto valen las imágenes frente a las miles de palabras. Óscar: “Sabemos hasta qué punto una foto puede cambiar de significado según el contexto o cómo puede utilizarse para manipular”. Fosi matiza que “la foto, en ocasiones, puede no ser el mejor medio para contar una realidad sin distraernos de ella. Este era un tema que podía provocar morbo, en el que las imágenes podían distraer, provocar incluso risa… En cambio los textos te llevan a imaginarte a esas personas, sus situaciones… Es el espectador el que tiene que cargar de imágenes cada una de esas realidades que muestran los textos”.

Pudiera parecer que esta reserva a mostrar imágenes se contradice con el proyecto, éste sí fotográfico, que está próximo a presentar Vegue, XYXX, donde se “aborda el sexo como catalizador de nuestros deseos y contradicciones como herramienta de control”. Pero matiza que “aunque como tema tiene elementos en común, en realidad hay bastantes diferencias”. El nuevo proyecto hace referencia a las situaciones de poder, dominación, placer… pero también a los estereotipos visuales. “La mayoría de los sujetos fotografiados repite prácticas sexuales copiadas del cine porno”.

Estos fotógrafos se conocen bien. Pero cuando se les plantea que se describan mutuamente, aseguran que les resulta difícil hacerlo por esa miopía que da la cercanía. “Si te refieres a cual es nuestro estilo, creo que es pronto para hablar de esto, suponiendo que haya que tenerlo” asegura el autor de Karma. “Lo que si es cierto es que tenemos ambos una inquietud por mostrar ciertos temas. El trabajo de Fosi, a mi parecer, es muy coherente desde su proyecto “Extremaunción”, y este último que viene a cerrar el círculo.”

Óscar y Fosi son dos personas modestas. En la sala de exposiciones no aparecen sus nombres. Sólo el título de la expo. En cambio, se encuentran el ojo del huracán que se está dando en la fotografía actual, donde parece que en los últimos meses están madurando los frutos de lo sembrado en los últimos años. Pero alertan de esa visión. “Es una especie de burbuja, y los resultados tendrán que verse a largo plazo ” pronostica Monzón. Vegue es menos pesimista, “llevamos muchos años trabajando. Y lo seguiremos haciendo después de que esto pase. ¿Que hay un momento más dulce donde es más fácil exponer o tener difusión de tus libros? Bienvenido sea. Pero cuando pase, seguiremos como antes”. “El problema –apunta Óscar– puede ser la sobre saturación. De golpe se programan exposiciones colectivas bajo epígrafes parecidos, donde aparecen los mismos autores mezclados. Que el público pueda entender esto como una moda no es consecuente con la seriedad y el tiempo que se ha dedicado a muchos trabajos”.

 La "porno miseria" da mucho de si y si se empieza a investigar un poco podemos ver que estamos rodeados de ella casi sin darnos cuenta. 
 Anuncio en un contenedor de vidrio en el barrio valenciano de Russafa.



Anuncios en páginas de internet con la palabra "necesidad". 
La última cinta de Jaime Rosales no dista mucho de la realidad y por ello es tan necesaria la reflexión. Los tiempos de crisis dan lugar a cierto tipo de páginas por internet que buscan chic@s jóvenes españoles que quieran ganar dinero vendiendo imágenes de su cuerpo realizando actos sexuales amateur. La coyuntura actual en España debido a la crisis y falta de oportunidades ha dado lugar a este tipo de páginas en internet que brindan otro tipo de oportunidades de ganar dinero fácil a jóvenes que se quieran prestar a ello.
 Enfermizos intercambios de pareja.
 El dinero compra a la juventud española a cambio de sexo en los tiempos que corren.

lunes, 12 de mayo de 2014

Xavier Rivas "Sundays" (1994-1997)









 "Xavier Ribas dissects the phenomenon of entertainment, of leisure, of what people do in their ‘free’ time, showing the extent to which such activities take place in the city’s residual spaces. Quite spontaneously, people preserve, manage and recycle these spaces, effectively keeping them out of the efficient, productive order of the city: places for walking, sunbathing, picknicking, sport and exercise…It seems paradoxical that these spaces –not yet codified, as yet without regulation- are where people still have a chance to take the initiative. As Ribas concludes: ‘Freedom can only flourish in a residual space that might, as a result, have a desolate appearance’. Although his documentary approach is guided primarily by an interest in anthropology and urbanism that leads to narrative images laden with little anecdotes, the photography –at once incisive and indulgent- sets out to imbue that desolation with a touch of Mediterranean irony."

(Extract from Joan Fontcuberta’s text on Xavier Ribas’ photographs in BLINK, Phaidon Press, London 2002. p.313) © Phaidon Press / Joan Fontcuberta


© XAVIER RIBAS - Sundays (1994-1997) 31 C-Type print 120 x 140 cm. Edition of 6.
[En] If you take a stroll one sunny Sunday morning through the peripheries of Barcelona you’ll come across a strange landscape. Between the motorways and housing blocks, the industrial states, the commercial centres and sports complexes; between the nature parks and the theme parks, at the edge of all this contemporary urbanization, you will find the marginal areas where folk flock together every weekend to spend their free time. The question is: Why do people turn these residual spaces into the centre of their leisure activity?

We live in the society of leisure. However, the leisure here is not that of idleness, but of activity -the so- called “active leisure”, which according to the sector’s industries, forms the ideal complement to work. Thus, those who have spent all day at the office are recommended to take up paintball, bungee jumping or rafting; while the scaffolder can haul himself off to Port Aventura to see the world. For simply to do nothing, besides being downright uneconomic, is looked at askance; and rest gets turned, as if by magic, into a business. Consequently, we get the production of areas for organized leisure which resemble the areas organized for production. The work ethic and aesthetic are applied to leisure time in such a way that it is now feasible to mix up the benefits and anxieties of one with the other. With this set-up, it is hard to see how leisure can be maintained as a therapy for work.

At the end of the Sixties, Line Four of the Barcelona Metro was constructed, linking the Poblenou district to the city centre. From then on, the journey could be made without having to contemplate either the ruined scenery of abandoned factories in Nova Icaria (the present Olympic Village) or the dusty warehouses of the transportation companies. The general feeling in the neighbourhood was that it wouldn’t be necessary any longer to go up to Barcelona, seeing that one was now part of it. I don’t remember this meaning much to me, but when the annual San Juan street party came round, the bonfire which we had always built at the crossroads of Pujadas street with Lope de Vega was prohibited by the police, from that year on. Thus, with the Metro’s arrival, and consequently the arrival of the city itself, there also came the restrictions, some of them with a certain logic: the paved and dirt streets had been asphalted and, as is well-known, asphalt is melted by fire. The following year we had our bonfire away from the asphalt and the city, towards the La Mina district, at a place we called “El Rancho Grande” which was, despite its name, nothing more than a vacant lot full of old junk and weeds. To be sure, it wasn’t a very attractive setting -however it did allow us to bring off an event which in the former place had become impossible.

Lewis Baltz said that the most untamed pockets of wilderness in the Western world were to be found at the peripheries of big cities (while in fact the idea of a nature park implies a certain intervention and a long list of prohibitions). According to Baltz these marginal spaces found at the city’s edge are where we can best experience the absence of order and the social laws which keep us in check. And Watteau calls up similar feelings in his famous painting Embarkation for Cytherea. In it the painter offers us his Classical version of the return to Nature, with caryatids and cherubims, in a setting which abounds in vegetation and studied gesture. It’s a scene full of noise and acrobatics, which shows the transformation undergone by man and woman when they get back their lost paradise of love and celebration. The marginal land of the urban peripheries, like Watteau’s Isle of Cytherea, is a superfluous place within the limits of the strictly necessary, where one can get into such anodyne activities as having a walk, reading or picnicking, simply for the pleasure of the distraction without intermediaries.

It could be argued that occupying these places is a response to a desperate situation. Or as Albert Camus puts it in The First Man, the poor person’s lot is to live eternally surrounded by common names (and places). However, when I’ve visited such cathedrals of organized leisure as Isla Fantasia, Port Aventura or Montigalà, I’ve found more tranquillity in the adjacent patches of wasteland converted into improvised sunday dining rooms, than in the park interior itself. It strikes me that behind this improvisation there lies more design than accident. It is possible, then, that the interest in these spaces is due more to people coming to see the periphery as a place of freedom. Or put another way, that freedom can only arise in a residual space, and therefore presents us with an image of desolation.
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[Cast] Si paseamos por la periferia de Barcelona una mañana soleada de domingo descubriremos un paisaje curioso. Entre las autopistas y los bloques de viviendas, entre las zonas industriales, los centros comerciales y los complejos deportivos; entre los parques naturales y los parques temáticos, en los límites de toda esta urbanidad contemporánea, encontraremos unos espacios marginales donde la gente recala semanalmente para pasar su tiempo libre. La cuestión es: ¿Por qué la gente convierte estos espacios residuales en el centro de sus actividades de ocio dominical?
Parece ser que vivimos en la sociedad del ocio, pero no del ocio como descanso, sino del “ocio activo” que, según las industrias del sector, es el complemento ideal del trabajo. Así, al que se pasa todo el día en la oficina se le recomienda que practique el paintball, el poenting o el rafting, y al encofrador que se vaya a Port Aventura a ver mundo. Y es que no hacer nada, además de antieconómico, está mal visto y el ocio se convierte, por arte de magia, en un negocio. En consecuencia, se producen áreas para el ocio organizado que se parecen a las áreas organizadas para la producción. La ética y la estética del trabajo se aplican al tiempo de ocio, de tal manera que se pueden llegar a confundir los beneficios y las angustias de uno con las del otro. Con este planteamiento, es difícil que el ocio pueda seguir siendo la terapia del trabajo.
A finales de los años sesenta se construyó la línea cuatro del metro de Barcelona, que unió el barrio del Poblenou con el centro de la ciudad. En adelante, el viaje se pudo efectuar sin tener que contemplar el escenario ruinoso de las fábricas abandonadas de Nova Icària (ahora Villa Olímpica) ni los hangares polvorientos de las agencias de transporte. El sentimiento general en el barrio era que ya no se tendría que ir a Barcelona, sino que ya se estaba en ella. No recuerdo que esto tuviera demasiado sentido para mí, pero cuando llegó la verbena de San Juan, la hoguera que siempre habíamos hecho en el cruce de la calle Pujadas con Lope de Vega fue prohibida por la guardia urbana desde el mismo año de la inauguración del metro. Así, con la llegada del metro y, en consecuencia, de la propia ciudad, también llegaron las restricciones, algunas de ellas con cierta lógica: las calles de adoquines y de tierra habían sido asfaltadas y, como es sabido, el asfalto se funde con el fuego. Al año siguiente hicimos la hoguera un poco más allá del asfalto y de la ciudad, hacia el barrio de La Mina, en un lugar que llamábamos el Rancho Grande y que, a pesar de su nombre, no era otra cosa que un descampado lleno de desechos y malas hierbas. El escenario no era, sin duda alguna, tan atractivo, pero en cambio permitía el desarrollo de una acción cuando en el lugar anterior había dejado de ser posible.
Lewis Baltz decía que los reductos más salvajes del mundo occidental se encuentran en la periferia de las grandes ciudades (de hecho, la idea de parque natural implica una cierta intervención y una larga lista de prohibiciones). Según Baltz, en los espacios marginales que se encuentran en los límites de lo urbanizado es donde más podemos experimentar la ausencia de orden y de las leyes sociales que lo regulan. Algo similar a lo que Watteau nos evoca en su famosa pintura El embarque para Citerea. En ella el pintor nos ofrece una versión clásica del retorno a la naturaleza, con cariátides y querubines, en un lugar profuso de vegetación y de gestos artificiosos. Es una escena llena de ruidos y acrobacias que representa la transformación del hombre y de la mujer cuando recuperan el paraíso perdido del amor y de la fiesta. Los espacios marginales de las periferias urbanas, como la isla de Citerea de Watteau, son parajes superfluos, en los límites de lo estrictamente necesario, donde se pueden llevar a cabo actividades tan anodinas como pasear, leer o comer al aire libre, simplemente por el placer de la distracción sin intermediarios.
Se puede argumentar que la ocupación de estos espacios responde a una situación desesperada. O, como escribe Albert Camus en El primer hombre, que a los pobres les toca vivir eternamente rodeados de nombres (y espacios) comunes. Sin embargo, visitando las ‘catedrales’ del ocio organizado, como Isla Fantasía, Port Aventura o Montigalà, he encontrado más placidez en los solares adyacentes convertidos en improvisados comedores de domingo que en su interior. Da la impresión que detrás de esta improvisación hay más de voluntad que de accidente. Es posible, entonces, que el interés por estos espacios sea más bien el resultado de la toma de conciencia de que la periferia es un espacio de libertad. O dicho de otro modo, que la libertad solamente puede surgir en un espacio residual y que, por lo tanto, puede dar una imagen desoladora.

© Xavier Ribas (1998) 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Los Ganglios musiketa de la buena


Los Glanglios serían estrellas de la Movida madrileña si no fuera porque la Movida pasó hace 30 años y son de Badajoz. Pero por frescura, irreverencia, personalidad y espíritu de háztelo-tú-mismo recuerdan a lo mejor de ella; y no desentonarían en “La Bola de Cristal”.
Para aquellos pobrecitos que aún no los conozcan (aquí los descubrimos antes de ayer) diremos que Los Ganglios son un prolífico trío musical y vídeoartista creadores de un universo majareta total: lo mismo componen una fascinante ¿cumbia? a mayor gloria de Jacques Custeau y Félix Rodríguez de la Fuente que graban un siniestro tutorial de cocina en sueco, componen ese apropiado himno para los tiempos que corren que es LOL o perpetran un entretenidísimo blog.
Aunque inclasificables, Los Ganglios resultan punk, serie Z, ciencia ficción, surrealismo, humor, camp, tecnoyeyé, poesía, cutrerío, glamour, ternura, basura y Celtiberia Show entre otras mil cosas. Para conocerles nada mejor que darse una vuelta por su sencilla pero completísima página web.
Texto extraido de:
 http://www.cookingideas.es/ganglios-20130225.html





Más info:

"The Selfish Giant" de Clio Barnard, 2013.




The selfish giant, el nuevo cine social de Clio Barnard.  

Un hacha y un caballo. Eso es lo que necesitan Arbor y Swifty para sobrevivir. Apenas tienen trece años, pero la miseria posindustrial que azota Bradford, su pequeña ciudad al norte de Inglaterra, les obliga a ganarse la vida solos. Expulsados del colegio por pelearse con quienes se burlan de su olor a proletarios, comienzan a robar chatarra para vendérsela a un estafador. Inspirada en una fábula de Oscar Wilde, The selfish giant es una cruda metáfora del capitalismo, la explotación y la amistad, filmada por Clio Barnard.
Si los niños del cuento de Wilde aprovechan las ausencias del gigante para disfrutar de su jardín, Arbor y Swifty hacen lo propio con los obreros que descuidan sus bobinas de cable de cobre. Robárselas es su felicidad traducida en una puñado de libras que les da el explotador Kitten y con las que, paradójicamente, pagan la luz que el cable lleva a sus casas. Desbordados por las deudas y los conflictos domésticos, sus padres apenas pueden darles de comer, y no se imaginan de dónde sale el dinero que los chicos llevan a casa.
“Ten cuidado de que no te lo coja tu padre”, advierte Arbor a su amigo. El pequeño niño rubio interpretado por Conner Chapman es una secuela de Oliver Twist, un  pícaro que roba chatarra a su patrón para vengar sus abusos. Un niño hiperactivo que trepa por los postes de alta tensión soñando con cortar sus cables, como los personajes de Oscar Wilde trepaban por el árbol que les mostraba su jardín. 
Swifty (Shaun Thomas), en cambio, es ingenuo, fiel y trabajador. Él lleva las riendas del trotón con el que los dos empiezan a robar cobre, al que ambos cuidan. Y sin embargo serán los caballos los que lo distancien de Arbor. Porque Kitten no sólo trapichea con el cobre. También apuesta en carreras, y nombra a Swifty su jokey titular. Arbor decide entonces vender la chatarra robada, y se arrepentirá de haber pisado ese jardín…
Ambientada en la Inglaterra post-Thatcher, The selfish giant es un retrato hiperrealista de la sociedad postindustrial a la medida de la serie The Wire en EE.UU.. Un film con trazos muy reconocibles del documental que alimenta a Barnard, que ideó la película cuando conoció a dos niños chatarreros durante el rodaje de The Arbor. No es de extrañar que comparen con Ken Loach a esta cineasta que utiliza los silencios y el tiempo real para crear una atmósfera de angustiosa empatía con sus personajes. 



 "El gigante de esta versión es Kitten, el dueño de un tiradero de chatarra y dueño de un caballo de carreras. El cual tendrá gran peso en la historia. Especialmente en una escena de carreras de caballos al estilo inglés, que nos recuerda aquellas de Ben-Hur. Sin la gloria del mundo antiguo. Pues en esta competencia no hay ganadores.
Una película no es buena porque logre ceñirse a una historia, ya sea una leyenda o un cuento de un escritor, sino por lograr reinterpretar esa parte de la historia donde anida en el alma humana, sus contradicciones y sus virtudes. En esta ocasión Clio ha logrado volver a contar una historia, adaptándola a otro vehículo (el cine) y al mundo contemporáneo.
Con agilidad la historia se desarrolla sin dejar cabos sueltos. Y la violencia que prevalece a lo largo del filme es sin duda más horrorosa que cualquier escena de disparos o decapitaciones. Es una violencia calculada. Lo cual desde el principio nos hace intuir que no habrá lugar para finales felices."
Gonzalo Trinidad Valtierra
http://www.revistamilmesetas.com/ficm-the-selfish-giant-de-clio-barnard